miércoles, 29 de abril de 2009

TU SALUD MAESTRO

TU SALUD MAESTRO

“El corazón de la auyama, solo lo conoce el cuchillo”. Muy a tono parece este refrán, cuando nos referimos a la situación de los maestros, profesores y educadores dominicanos. Más interesante parece la expresión si el que habla o critica lo hace desde una posición alejada, ha contribuido con las situaciones que tienen que lidiar los trabajadores del conocimiento o desconocen el teatro y los actores que les son entregado a los profesores. ¡Qué fácil...verdad!

Igual que la sociedad, la escuela está en crisis. Los culpables somos todos. Como siempre, unos más que otros. El nivel de influencia en las jóvenes generaciones determina nuestro grado de culpabilidad. Por omisión o directamente, instituciones y particulares actúan sobre estos y se les puede endilgar responsabilidades. Como ha sucedido siempre se ha buscado un “chivo expiatorio”. No se ha ido muy lejos. Las culpas de las deficiencias del sistema educativo las han volcados sobre el maestro.

¿Cómo justificar que los estudiantes no estén alfabetizados, desconozcan el himno nacional y hayan aprobado dos pruebas nacionales? ¿Qué ha influido para que años tras años se promuevan los alumnos, sin las competencias que demanda de cada nivel? ¿Cómo enlazamos los derechos individuales y las necesidades nacionales de desarrollo? ¿Seguiremos mirando que la escuela se nos derrumba y en vez de tomar las medidas de lugar, continuaremos echando la culpa a quien se nos antoja? ¿Adoptaremos algunas políticas que obligue a los padres a observar que sus hijos hagan las tareas?

Todas las situaciones que se tejen en torno a la escuela afectan la salud del magisterio. Todo el que está en las aulas, ve como se deteriora el nivel de vida de los maestros. El desinterés, la abulia y la resistencia de los escolares al conocimiento sumado a la presión de los directores y técnicos influyen en el desmejoramiento de la presión arterial de los educadores. Los robos en las aulas, de los que son participes o víctimas los alumnos, cuando el profesor toma o deja de tomar medidas los enfrenta por igual a los padres, con el consiguiente efecto sobre su salud.

Aunque ciertamente existe el SEMMA, que ofrece la mayoría de los servicios médicos al magisterio, cuando un maestro acude a este, lo hace tarde. Su afección está muy avanzada. ¡Ya saben, no se puede dejar las aulas sola!¡El que es medianamente responsable se espera! Además, cualquier cita con los especialistas las ponen para varios meses después. Mientras tantos el rendimiento baja. ¡La dirección exige y los escolares se alegran!

Para poder sobrevivir la mayoría de los maestros tienen dos, tres y a veces cuatros tandas. En esta situación, deben ingeniársela para poder ingerir los alimentos que los sostengan. Difícilmente corriendo, como andan, puedan cocinar las comidas con los nutrientes que les exige sus trajinares. ¡Siempre deben andar como el camello, con su lonchera arriba! Cuando por una u otra razón la olvidan y tienen que comprar comida, los descuadres económicos y orgánicos inmediatamente se manifiestan. Se deja de hacer cosas y puede que la comida de la calle les afecten. ¡ A pocos le importa esto, no son sus problemas!

La falta de tiempo, hace de las casas de los maestros no los mejores lugares. Casi siempre son lugares de paso para estos. Sus hijos, cuando vienen a enterarse, les son desconocidos. Su rendimiento escolar rara vez alcanza la media o es superior a esta. Los educadores sufren las mismas situaciones o estas rebosan a las de los padres de los alumnos con los que ellos trabajan. ¡Son más sacrificados que todos y víctimas del pluriempleos! ¡Qué pueden entender de estos las madres que maldicen a sus hijos y les gritan para lanzarlos a los maestros, para que estos hagan lo que ellas no están dispuestas a hacer!

Si la sociedad sigue apática a la situación de salud de quienes están encargados de educar a los jóvenes, los problemas de todos se agravaran. Recordemos que lo que hace el sistema educativo funcional no es exactamente el pago a los maestros. Despoliticemos las instituciones que tienen que ver con el quehacer cotidiano del profesorado. Llevemos los recursos que en verdad demanda la escuela y demos un seguimiento estricto al trabajo que se hace con ellos.

Gerson