martes, 9 de junio de 2009

Educación y Vejez

Educación y Vejez


“A mis hijos no los voy a criar como me criaron a mí”. Esta es una expresión que se repite por doquier. Que deja entrever resentimiento y que ante los escucha, manifiesta una disposición de ofrecer a los descendientes una crianza, apoyo y educación más agradable que la recibida de sus padres. ¡Que pena, que padres tan malos! ¡Cuánto dolor crearon! ¡Esta es nuestra oportunidad y seguro lo haremos mejor que nuestros progenitores!

De los valores que seamos capaces de inculcar hoy, dependerá, para nosotros, mañana, tener una vejez dulce, de grandes bendiciones y alegre. Para nuestros hijos, una adultez sin traumas, de responsabilidades y promisoria. La asunción del individualismo en la cotidianidad de nuestros hogares, lejos de fortalecer la institución familiar la sume en un proceso de involución que la desgaja llevando a sus miembros por senderos distintos.

Quienes critican la educación que recibieron de sus padres no han podido demostrar la eficacia de sus métodos con sus hijos. La expresión “necesita ayuda profesional” les viene aparejada con las falta de atención y tiempo; con el cuento de tiempo de calidad; el realenguismo; las expresiones hirientes y ofensivas (maldita la hora que te parí, ojalá te mate un carro, no me voy a matar por nadie, estoy loca por que se abran las clases para salir de ti); el dejarse “narigonear”; el no estar en disposición de soportar las situaciones de la vida en pareja. Quienes pueden pagar la atención psicológica o psiquiátrica que esta envuelve, en muchas ocasiones, descubren la capacidad de camuflagearse, que en muchos casos sus descendientes han adquirido. Descubren, casi siempre que la búsqueda alocada de dinero ocasionó la situación que con este están tratando de resolver. Por igual, se enteran que tienen que hacer uso del tiempo para mejorar la situación creada.

La vida es más que el momento presente. Cuando se trata de educar, no podemos hacerlo obviando los principios y valores imperecederos de la humanidad y los que sirvieron como base al surgimiento de la nacionalidad dominicana. Esto ha estado pasando y aunque asegura la economía (entrada fija) de orientadores, psicólogos, abogados y otros, desangra a la sociedad. Mantiene enfrentados a los jóvenes, los cuales se matan unos con otros. Convierte a buena parte de estos en peligro para los bienes públicos y privados, por los constantes robos. Los hace presas de sí y de las autoridades policiales, que los mutilan y matan en las calles como perros rabiosos, sarnosos y sin dueños. ¡Todo esto por una ley que les niega un desarrollo integrar, una familia sana, una verdadera niñez y crecer con dignidad!

Se han impuesto, a través de leyes, estilos de vida que contradicen nuestra naturaleza nacional. Como resultado de esto, se multiplican los casos de hijos que no solo contradicen a sus progenitores sino que cuando se sienten con fuerza, los enfrentan físicamente. Después de una primera situación de este tipo se pierde toda autoridad. Las contradicciones intrafamiliares se colocan en el punto más álgido. ¡Puede correr sangre! Muchas madres, sobre todo, manifiestan temor de sus vástagos. Algunas, lejos de estos, con verdaderos dolor, expresan su miedo. Maldicen todo el esfuerzo hecho para dar el tamaño a quien hoy se constituyen en sus verdugos y corroen sus vidas.

No puede ser de otra manera, lo ante expresado, si para enseñar a hablar a los chiquitines, lo hacemos despertando en ellos la bestia con la cual todos nacemos. Recordemos que cubierto de monería y ñoñería, les enseñamos a ser groseros. Luego que estos aprenden a comunicarse queremos corregirlos...es difícil. Comienzan las contradicciones para los infantes que no entienden las correcciones y para los padres. El poco tiempo que estos últimos pasan con ellos y la actitud similar de sus compañeritos impide un trabajo consistente para un cambio de conducta. Esto se va agravando y aflora, casi siempre, en la adolescencia con rebeldía, si no se controla.

Los padres de hoy, modernos, si que siembran dolor. Basta escuchar las expresiones de niños y mozalbetes en relación a ellos. Dan penas, vergüenzas y motivan a preocupación. El desprecio hacia los suyos, destruye sus almas y fluye en ellos a borbotones, destruyendo todo lo que está a su alrededor. En un país como este, que no protege a sus ciudadanos, ¿cuál será el futuro de esos padres que no pueden contar en su vejez con sus hijos? Da la impresión que en la vejez nos augura poca atención de parte de las jóvenes generaciones. Caminar por las calles de Santo Domingo y ver que esta se llena de personas sin fuerzas, pedigüeñas, nos deja ver una muestra de hacia dónde nos encaminamos. A cierta edad, el dinero que hayamos acumulado, sin hijos que nos ayuden, no nos sirve de mucho. Máxime, con la capacidad de engaño que hay entre nosotros.

Probablemente el elemento más perturbador en la educación moderna ha sido el que hemos enraizado el concepto de derecho y hemos echado a un lado el de deber. No hemos logrado enseñar que ambos conceptos forman parte de la misma moneda. Por esto vemos tantas exigencias, sobre todos de los adolescentes, donde estos exigen, creen que todos deben para con ellos (el mundo gira en torno a ellos) y ellos no deben para con nadie. Muchos llegan a expresar, una frase típica de uno de los sectores más bajo de la sociedad, de que ellos no mandaron a sus padres a hacerlos. Por eso tienen que darles de todo lo que a ellos se les antojes. Mientras tanto no se les puede pedir, menos exigir, que ayuden con los deberes de la casa. ¡Son unos expertos simulando que están estudiando...el fin es no hacer nada en la casa!

Al licenciar la educación hogareña abrimos brechas a la penetración de innumerables tipos de perversidades, distorsiones y malas crianzas en nuestro seno familiar. Las calles y la televisión, son elementos de primer orden en el retorcimiento conductual de las jóvenes generaciones. En esto, los niños y jóvenes adquieren las cachazas y destrezas de una vida de selva, inhumana. Es así como entendemos la gran influencia que tienen las organizaciones delincuenciales y las actitudes agresivas en las casas de nuestros mozalbetes.

Como país pobre, no debemos dejar el futuro, que representan nuestros hijos, sin orientación, aunque esto represente limitar la entrada económica de ciertos sectores fácilmente localizables. Nuestro nivel de desarrollo, los objetivos nacionales propuestos y nuestra idiosincrasia deben fijar la política a seguir con las jóvenes generaciones. Cultivemos los principios y valores sobre lo que fueron fundada nuestra nacionalidad. No nos cansemos de insistir en el valor de la familia para un sano desarrollo del individuo, en la interdependencia de los miembros de esta. Hasta el cansancio cultivemos la responsabilidad, la honradez, el amor, la filantropía la solidaridad y la lealtad. Enseñemos a los jóvenes a ganarse las cosas con esfuerzos. Luchemos contra el arribismo, la simulación, el engaño y la mentira.

Gerson de la Rosa